Nuestro cuerpo es nuestra "casa", el vehículo que nos permite movernos, actuar, relacionarnos con el
mundo exterior, con los demás, experimentar el "dar y recibir". Es el inmenso tesoro gracias al cual podemos sentir,
explorar la vida y disfrutarla. Pero es también el más potente espejo que tenemos a nuestro alcance ya que refleja
todo lo que nos pasa a través de lo que lo trastorna, lo que bloquea el fluir de nuestra energía. Siempre dispuesto
a contarnos lo que necesitamos ajustar para mantener su equilibrio; es nuestro más fiel aliado.
Nuestro cuerpo es nuestra "casa", el vehículo que nos permite movernos, actuar, relacionarnos con
el mundo exterior, con los demás, experimentar el "dar y recibir". Es el inmenso tesoro gracias al cual podemos sentir, explorar la vida y disfrutarla. Pero es también el más potente espejo que tenemos a
nuestro alcance ya que refleja todo lo que nos pasa a través de lo que lo trastorna, lo que bloquea
el fluir de nuestra energía. Siempre dispuesto a contarnos lo que necesitamos ajustar
para mantener su equilibrio; es nuestro más fiel aliado.
Nuestro cuerpo es nuestra "casa", el vehículo que nos permite movernos, actuar, relacionarnos con el mundo exterior, con los demás, experimentar
el "dar y recibir". Es el inmenso tesoro gracias al cual podemos sentir,
explorar la vida y disfrutarla. Pero es también el más potente espejo que tenemos a nuestro alcance ya que refleja todo lo que nos pasa a través
de lo que lo trastorna, lo que bloquea
el fluir de nuestra energía.
Siempre dispuesto a contarnos lo que necesitamos ajustar para mantener su equilibrio; es nuestro más fiel aliado.
Cada persona tiene la habilidad innata de autorregularse ya que cualquier cuerpo, en esencia, sabe cómo
mantener el equilibrio garante de su salud ya sea física, mental, emocional... Pero a veces, por no escucharlo,
por como se lo considera, por lo que se le impone o como se lo trata, se debilita y se degrada perdiendo esta
capacidad dada al nacer.
El cuerpo y la energía - tanto la que lo recorre como la energía del campo etéreo que lo rodea - interactúan y
colaboran de forma permanente entre sí para mantener nuestra salud. Sin embargo, a menudo, distorsionamos
o impedimos esa relación trastornándola.
Cuando se niega o no se escucha lo que el cuerpo revela, no se puede volver a la raíz de lo que lo atormenta
- siempre de orden energético -, ni "sacar fuera" o despojarlo de lo que ya no le conviene sostener para
reemplazarlo por nuevos patrones energéticos y corporales a nuestro favor.
Cuando no se atiende al cuerpo los trastornos energéticos de base se van amplificando, las molestias que
puede padecer se incrementan, se reduce su elasticidad, agilidad y movilidad, entre otros muchos desórdenes.
Cuanto más se cultivan y afinan nuestras percepciones sensoriales, mejor se pueden descifrar los mensajes que
nos brinda nuestro cuerpo revelando lo que "falta", lo que "sobra", distinguiendo lo que le pertenece de lo que le
hemos puesto encima que no le corresponde y lo altera.
Cada persona tiene la habilidad innata de autorregularse ya que cualquier cuerpo, en esencia, sabe
cómo mantener el equilibrio garante de su salud ya sea física, mental, emocional... Pero a veces, por no
escucharlo, por como se lo considera, por lo que se le impone o como se lo trata, se debilita y se degrada
perdiendo esta capacidad dada al nacer.
El cuerpo y la energía - tanto la que lo recorre como la energía del campo etéreo que lo rodea -
interactúan y colaboran de forma permanente entre sí para mantener nuestra salud. Sin embargo, a
menudo, distorsionamos o impedimos esa relación trastornándola.
Cuando se niega o no se escucha lo que el cuerpo revela, no se puede volver a la raíz de lo que lo
atormenta - siempre de orden energético -, ni "sacar fuera" o despojarlo de lo que ya no le conviene
sostener para reemplazarlo por nuevos patrones energéticos y corporales a nuestro favor.
Cuando no se atiende al cuerpo los trastornos energéticos de base se van amplificando, las molestias
que puede padecer se incrementan, se reduce su elasticidad, agilidad y movilidad, entre otros muchos
desórdenes.
Cuanto más se cultivan y afinan nuestras percepciones sensoriales, mejor se pueden descifrar los
mensajes que nos brinda nuestro cuerpo revelando lo que "falta", lo que "sobra", distinguiendo lo que
le pertenece de lo que le hemos puesto encima que no le corresponde y lo altera.
Cada persona tiene la habilidad innata
de autorregularse ya que cualquier
cuerpo, en esencia, sabe cómo
mantener el equilibrio garante de su
salud ya sea física, mental,
emocional... Pero a veces, por no
escucharlo, por como se lo considera,
por lo que se le impone o como se
lo trata, se debilita y se degrada
perdiendo esta capacidad dada al
nacer.
El cuerpo y la energía - tanto la que
lo recorre como la energía del campo
etéreo que lo rodea - interactúan y
colaboran de forma permanente
entre sí para mantener nuestra salud.
Sin embargo, a menudo,
distorsionamos o impedimos esa
relación trastornándola.
Cuando se niega o no se escucha lo
que el cuerpo revela, no se puede
volver a la raíz de lo que lo atormenta
- siempre de orden energético -, ni
"sacar fuera" o despojarlo de lo que
ya no le conviene sostener para
reemplazarlo por nuevos patrones
energéticos y corporales a nuestro
favor.
Cuando no se atiende al cuerpo los
trastornos energéticos de base se van
amplificando, las molestias que puede
padecer se incrementan, se reduce su
elasticidad, agilidad y movilidad, entre
otros muchos desórdenes.
Cuanto más se cultivan y afinan
nuestras percepciones sensoriales,
mejor se pueden descifrar los mensajes
que nos brinda nuestro cuerpo
revelando lo que "falta", lo que "sobra",
distinguiendo lo que le pertenece de
lo que le hemos puesto encima que
no le corresponde y lo altera.